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Viernes, 19 de Abril de 2024
Historia del conflicto palestino - israelí (1° parte)

Orígenes del pueblo judío y su extenso deambular por el mundo

Manuel Salazar Salvo

Iniciamos hoy una serie de artículos que pretenden contribuir a comprender el conflicto entre estas dos naciones del Medio Oriente. Las razones son múltiples y muchas de ellas se remontan a los albores de la civilización; otras, más recientes, mantienen en ascuas a una región que vive en permanentes dificultades. 

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Por el tiempo en que el rey Hammurabi dominaba toda la Mesopotamia, entre 1711 y 1669 ac., merodeaba en las cercanías de Ur, en el país de Sumer, en el curso inferior del río Eufrates, el clan de Abraham, del pueblo de los Beni-Israel, formado por semitas que habían salido de Arabia en una época muy remota, que aún no es posible precisar con exactitud. Allí, entre Babilonia y el golfo Pérsico, en el sur de Caldea, las tribus semitas dieron origen a los arameos, amonitas, moabitas, edomitas y hebreos... 

Aquellas tribus, asentadas originariamente al suroeste de Babilonia, habían iniciado su migración al norte, remontando las riberas del Eufrates entre los siglos 21 y 22 antes de Cristo (ac). 

Al llegar al valle del Jordán se les denominó hebreos o bene-heber, algo así como "llegados del gran río" y emigrados al país de Canaan. En el Antiguo Testamento, Heber es el padre de los hebreos. 

Según el undécimo capítulo del Génesis, uno de los descendientes de Heber, Terakh, padre de Abraham, de Nakhor y de Harán, salió de Ur-Kasdim después de la muerte de Harán, y emigró con Abraham y Lot, hijo de Harán, al norte de la Mesopotamia, a Kharám, donde murió. Esa fue la primera migración. 

La segunda fue cuando Abraham y Lot dejaron Kharán para ir al país de Canaán. Abraham se instaló en el sur, a la orilla del Mar Muerto, en las inmediaciones de Hebrón. Lot, por su parte, levantó sus tiendas en la ribera izquierda del Jordán, hasta el sur del Mar Muerto. 

Los originarios 

Los primeros pobladores de Siria y Palestina fueron los heteos o hititas, quienes dominaban la única ruta entre el valle del Nilo y el Eufrates. Pueblo guerrero, los heteos se enfrentaron con los faraones en el siglo 14 ac y los reyes de Asiria en el siglo 12 ac. Más tarde fueron sucedidos por los cananeos. En tanto, los fenicios poblaban una parte de las costas palestinas. 

Otros habitantes de esas comarcas eran los filisteos, originarios de Creta, que habitaban en el sur de Palestina. Gaza, Ascalón, Asdad, Ekrón y Gat fueron capitales de cinco principados filisteos, que formaban una especie de confederación militar, poderosa rival de los fenicios en la navegación y en el comercio. 

Los hebreos se mezclaron y emparentaron con nómades y semi nómades del Sinaí y del norte de Arabia, entre ellos ismaelitas, medianitas y amalecitas. Un grupo de israelitas emigró a Egipto donde se asentó por más de 500 años. 

Egipto y el valle del Nilo estaban dominados por los hicsos, también de origen semita, con capital en Menfis. 
Ramsés II se transformó en el más encarnizado enemigo de los hebreos, obligándolos a abandonar Egipto.

Los hebreos se mezclaron y emparentaron con nómades y semi nómades del Sinaí y del norte de Arabia, entre ellos ismaelitas, medianitas y amalecitas. Un grupo de israelitas emigró a Egipto donde se asentó por más de 500 años. 

Acaudillados por Moisés, atravesaron el Mar Rojo, con vientos y marea baja en aguas poco profundas. El éxodo fue en el siglo 14 ac, mientras reinaba en Egipto Menephtah, el sucesor de Ramsén II. 

Al tercer mes de marcha los hebreos llegaron al desierto de Sinaí. Allí Moisés recibió de Yahveh las tablas de la ley. Al pie de la montaña levantó un altar con 12 piedras -las 12 tribus de Israel- y construyó el Arca de la Alianza. En ese lugar permanecieron por casi 40 años. 

Más tarde, tras conseguir pactos y alianzas, y unirse en matrimonio con habitantes de la región, los hebreos vencieron a los cananeos y se apoderaron del país de Galaad, en la ribera izquierda del Jordán, una verdadera cabeza de playa desde la cual emprenderían la conquista de Palestina. Contaban, además, con que los imperios egipcio, hitita, sumerio y sirio, se encontraban muy debilitados. 

Las 12 tribus 

Las 12 tribus israelitas estaban conformadas por los descendientes de las concubinas de Jacob -Aser, Dan, Gad y Neftalí- y por los descendientes de Lea y Raquel, las mujeres legítimas de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, José y Benjamín. Estas últimas tribus eran la fuerza y el nervio de la balbuceante nación.

La conquista de Palestina se efectuó aproximadamente entre los años 1260 y 1060 ac., registrándose variadas conductas entre las tribus israelitas. Primero derrotaron a los cananeos del norte y del sur, degollando a los reyes, sacrificando a hombres, mujeres y niños, y arrasando con fuego todo lo que encontraban a su paso. 

Josué, miembro de la tribu de Efraim, hijo de José, se transformó en el jefe de las tribus reemplazando a Moisés y sometiendo a más de 30 reyes cananeos. 

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Figura arqueológica de un sacerdote en la zona donde vivió Abraham en el actual Irak
Figura arqueológica de un sacerdote en la zona donde vivió Abraham en el actual Irak

El Arca de la Alianza, verdadero estandarte religioso y nacional de los israelitas, fue instalada en el centro del culto, en Silo, bajo la custodia de la tribu de Efraim, la dominante. 

Un grupo pequeño de hebreos se estableció en el norte de Palestina, los más se ubicaron en el medio del territorio conquistado y otro grupo, casi insignificante, en el sur. 

En el siglo 12 ac, en la época de Deborah, se estima que los israelitas disponían de 40 mil guerreros. Doscientos años después, en el siglo 10 ac, bajo los reinados de Saúl y de David, se calcula una población de varios millones, hecho sólo posible con la fusión entre hebreos y cananeos. Hace 30 siglos era posible la convivencia pacífica entre palestinos e israelitas. 

Nuevas costumbres, más relajadas y hedonistas, socavaron la rigurosa moral de los hebreos y crecientes disputas degeneraron en crueles guerras entre las tribus. El libro de los Jueces, refiriéndose a este período, señala: "En aquel tiempo no había rey en Israel y cada cual hacía lo que mejor le parecía". 

Los hebreos dispersos guerrearon con los cananeos, ammonitas, moabitas, filisteos y árabes. La anarquía abrió paso a los caudillos, verdaderos dictadores, a quienes la tradición sacerdotal ha dado impropiamente el nombre de jueces. Uno de aquellos, Abimelekh, hijo de Gedeón, hizo degollar a sus 70 hermanos y se proclamó rey. Sus excesos provocaron una rebelión y murió asesinado. 

 Surgen los reyes 

La cultura tribal entró en crisis. Los israelitas sufrieron sucesivas derrotas frente a los filisteos, que los dominaron durante casi dos décadas. Llegaron a perder el Arca de la Alianza que luego, desesperadamente, recuperaron, galvanizados por el surgimiento del profeta Samuel, quien volvió a templar la moral y ungió a Saúl como el primer rey israelita, el año 1020 ac , tras vencer a los ammonitas. 

En aquellos lejanos tiempos la religión se practicaba consultando a la divinidad a través del lanzamiento de los dados, con flechas (bolomancia) o con el alma de los muertos (necromancia). Los sacerdotes eran "videntes" que saltaban y cantaban como los derviches, para manifestar su exaltación religiosa. 

El rey Saúl se suicidó con su espada después de perder a tres de sus hijos en batalla con los filisteos. Fue decapitado y su cadáver colgado en los muros de Bet-San. 

David fue proclamado rey de Judá, en Hebrón, en el sur de Palestina. Casi toda la ribera derecha del Jordán estaba en manos de los filisteos. En el lado izquierdo, Isboset, único hijo sobreviviente de Saúl, fue reconocido rey por obra de su general Abner. A él se sometieron efraimitas, benjamitas y fracciones de las demás tribus de Israel. 

Estalló una nueva guerra civil. Un combate singular en el que tomaron parte 12 guerreros por cada bando puso término al conflicto con la victoria para David. 

David es considerado como el verdadero fundador de Israel, el forjador del sistema religioso y político que se le había anunciado a Moisés en el monte Sinaí.

Poco después, dos oficiales del nuevo rey asesinaron Isboset. David ordenó cortar las manos y los pies de los regicidas y colgar sus cadáveres cerca del estanque de Hebrón. David fue proclamado entonces como el rey de todo Israel. Para asegurar su mandato mandó matar a los descendientes de Saúl, menos a uno, que era amigo suyo. 

Para romper con las cadenas de los filisteos, David se estableció en una plaza fuerte y central: la ciudad de Jebús, que arrebató a los cananeos, y que se transformó en Jerusalén. La fortificó y trasladó hasta allí el Arca de la Alianza. Luego venció a todos sus enemigos. Y ya tranquilo, se construyó un palacio y se regaló un harén, al modo de los grandes reyes de Oriente. 

Para los guardianes de la historia hebrea, David es considerado como el verdadero fundador de Israel, el forjador del sistema religioso y político que se le había anunciado a Moisés en el monte Sinaí, Para muchos historiadores, sin embargo, fue un déspota que se rodeó de una guardia personal de extranjeros y mercenarios; y que, incluso, no dudó en hacer matar en batalla a uno de sus capitanes, Urízar, para quedarse con su esposa. 

Salomón, el rico

Salomón, uno de los 20 hijos de David, con sólo 12 años sucedió a su padre en el trono, luego de una serie de intrigas para desplazar a Adonías, el legítimo sucesor, quien fue ejecutado. Sucesivos matrimonios de interés le permitieron conseguir paz para sus proyectos. 

Se casó, por ejemplo, con una hija del faraón, quien conquistó la ciudad cananea de Gueser y se la regaló a su yerno como dote. 

Fue en el comercio donde el joven rey mostró un particular talento. Trajo caballos y carros de Egipto para revenderlos en Siria; con tripulaciones fenicias enviaba expediciones a lo que hoy es Zimbawe, para conseguir oro, piedras preciosas y madera de sándalo. 

Salomón organizó la administración de su reino dividiéndolo en 12 provincias y poniendo a la cabeza de cada una de ellas a un gobernador. Sus territorios se extendían desde el Líbano a la frontera de Egipto. Su suntuosa corte ostentaba todo el lujo de los reyes de Oriente. Su harem era inmenso, con más de 700 mujeres de todos los orígenes. 

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El Muro de Salomón
El Muro de Salomón

Se abocó además a la arquitectura, con el apoyo fenicio. Construyó el Templo (una de las Siete Maravillas del Mundo), el palacio real, la fortaleza de Jerusalén y el palacio o casa de recreo llamada del Líbano, por estar enteramente construida con madera de cedro. 

Corte, harem y construcciones ocasionaron dispendios fabulosos, que los israelitas debían solventar con cada vez con mayores impuestos, cundiendo por doquier el descontento e incluso, germinando intentos de rebelión. 
Así, en medio de la ruina y la decadencia, le sobrevino la muerte. Dejó, pese a todo, una nombradía casi inigualable en la tradición judía, así como en la etíope, por sus vínculos con la reina de Saba. 

Los dos reinos 

A la muerte del rey, los hebreos solicitaron a su hijo y sucesor, Roboam, la rebaja de los tributos. Pero como éste no accediera, las diez tribus del centro y del norte, encabezadas por Jeroboam, un antiguo funcionario de Salomón que se había refugiado en Egipt0 escapando de una abortada conspiración, desconocieron su autoridad y formaron el reino separado de Israel, cono Samaria como capital, y muy vinculados a los soberanos de Siria y Fenicia. 

Las tribus de Benjamín y de Judá permanecieron fieles a Roboam y constituyeron en el sur el pequeño reino de Judá, de poco más de 700 kilómetros de superficie, albergando a la ciudad de Jerusalén y guardando con mayor fidelidad las antiguas tradiciones religiosas de los hebreos. 

El reino de Israel cayó primero. Un poderoso ejército asirio sitió por tres años la ciudad fortificada de Samaria. Finalmente la ocupó y destruyó, llevándose prisioneros a los sobrevivientes en el año 722 ac. Samaria fue repoblada con habitantes de Mesopotamia que adoptaron la religión israelita y se convirtieron en la secta de los samaritanos. 

El reino de Judá mantuvo su independencia por más de un siglo. En el año 597 ac, Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo sometió. Años más tarde. Sedecías, último rey de Judá, se sublevó en contra de sus dominadores, pero lo babilonios se apoderaron de Jerusalén, destruyeron el templo y transportaron a Mesopotamia a todos los judíos prisioneros. 

Bajo la conducción de Ezequiel, los israelitas cautivos en Babilonia se concentraron en su religión y los escribas comenzaron a redactar las tradiciones del pueblo, dando forma a La Biblia. Un profeta llamado Isaías se encargó de infundir ánimo a los exiliados, prometiéndoles el retorno a una reconstruida Jerusalén. 

En el año 539 ac, el fundador del imperio persa, Ciro II el Grande, conquistó Babilonia y al año siguiente otorgó la libertad a los hebreos. Unos 42 mil israelitas iniciaron el retorno a Jerusalén dirigidos por un príncipe del reinado de David llamado Zorobabel. Dos líderes religiosos, los profetas Ageo y Zacarías, los animaron a reconstruir el templo, meta que consumaron en el año 516 ac. 

El sumo sacerdote fue elegido gobernante de la provincia de Judá o Judea, que desde entonces se transformó en una teocracia. La reconstrucción de Jerusalén se logró aproximadamente en el 445 ac. A mediados del siglo 4, Judea se había convertido en un país organizado bajo estrictas doctrinas religiosas y dominadas por una casta sacerdotal muy fuerte, donde la Torá (o “Ley”, es decir el Pentateuco regía la vida cotidiana.

Se expande la diáspora  

 Al concluir el siglo 4 ac, Macedonia se transformó en la fuerza dominante dentro del mundo antiguo, conducida por el férreo brazo de Alejandro Magno. 

Luego de dominar a los persas en el 331 ac, Judea pasó a ser provincia del imperio alejandrino. Muchos judíos emigraron a Egipto obnubilados por la fundación de Alejandría. Otros tantos, deseosos de hacer fortuna, se repartieron por costas del mar Negro, las islas griegas y las costas del mar Mediterráneo. Empezó entonces a hablarse de la diáspora judía (del griego, 'dispersión'). Lejos de Judea, los emigrantes cambiaron la lengua y las costumbres hebreas por las griega . 

Durante el siglo 3 ac se tradujo el Pentateuco al griego. Esta versión griega, la Septuaginta, incluiría más tarde otras partes de la Biblia hebrea. Con el tiempo se transformó en el texto común para todos los judíos de la diáspora. Después de la muerte de Alejandro Magno, en el 323 AC, el imperio se dividió entre sus generales. Tolomeo I, a quien le había correspondido Egipto, invadió Judea. 

El territorio judío tenía un valor estratégico importante por ser la ruta por la que discurría el comercio con Arabia; este hecho dio origen a múltiples conflictos entre los egipcios y los seleucidas sirios.

El territorio judío tenía un valor estratégico importante por ser la ruta por la que discurría el comercio con Arabia; este hecho dio origen a múltiples conflictos entre los egipcios y los seleucidas sirios. En el 198 AC, el rey Antíoco III de Siria venció a los egipcios en la batalla de Panion e incluyó a Judea dentro de sus dominios. Los seleucidas se propusieron reemplazar el judaísmo por el helenismo. 

La campaña llegó a su nivel máximo durante el reinado de Antíoco IV, quien en el 168 AC declaró la religión judía ilegal y, dentro del templo, reemplazó el altar de Yahvé por uno de Zeus. 

Los israelitas se rebelaron encabezados por el sacerdote Matatías y sus hijos, los macabeos, derrotando a los sirios y creando un estado independiente. Trataron de mantener pura su religión, pero los dos grupos más importantes que lideraban al pueblo, los saduceos y los fariseos, diferían en política y en religión. 

Aparecieron otros grupos religioso como los esenios, comunidad que mantuvo un sistema de vida monástico en asentamientos de tipo comunal, y que establecieron el Sanedrín, una especie de consejo compuesto por 71 líderes y sabios judíos. Este grupo constituía la suprema autoridad civil y tomaba también todas las decisiones religiosas legales. 

Lo mismo que sus predecesores, el nuevo reino de los asmoneos tuvo que enfrentar los habituales conflictos entre facciones. 

Irrumpe el cristianismo 

Durante el siglo 1 ac, surgió una guerra civil entre los hermanos Hircano II y Aristóbulo II, que rivalizaban por el trono de Judea. Antípatro, un idumeo que simulaba apoyar a Hircano, se confabuló con el general romano Pompeyo el Grande para que le ayudara a resolver el conflicto a su favor. Se comprometió a hacer de Judea un estado dependiente del imperio romano. El ejército romano entró en Jerusalén en el 62 ac, y en el 47 ac, Judea quedó bajo el control de Antípatro. Su hijo Herodes el Grande se convirtió en rey el 37 ac.

A comienzos de la era cristiana, la población judía llegaba a ocho millones de habitantes, repartidos, además de Judea, entre Alejandría, Cirenaica (norte de África), Babilonia, Antioquía, Éfeso y Roma.

Irrumpió entonces, desde dentro del judaísmo, el cristianismo. Jesús (en hebreo Yeshua o Josué) cautivó principalmente a los judíos griegos y romanos. La religión judía prohibió cualquier falta de disciplina con respecto a la observancia de las formas de la religión tradicional. 

Durante el siglo 1 después de Cristo (dc), los conflictos religiosos causaron sangrientas batallas. En el 66 dc, los zelotes, una secta judía fanática, encabezaron una violenta insurrección en contra de los romanos. El emperador Nerón envió al general Vespasiano, que el año 70 acabó con la rebelión, destruyó el templo y arrasó Jerusalén. La última fortaleza en caer fue Masada, en el 73. 

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Primer símbolo cristiano: el pez
Primer símbolo cristiano: el pez

En las postrimerías del siglo I el emperador romano Adriano mandó reconstruir Jerusalén, denominándola Aelia Capitolina, en honor a Júpiter, y prohibió la circuncisión. 

Una vez más, en el año 132 los judíos intentaron sublevarse dirigidos por Barcokebas, pero tras ser sometidos el emperador decidió eliminar el antiguo nombre de la provincia pasando a llamarla Siria Palestina. Cualquier judío que entrara a Jerusalén era condenado a muerte. 

El año 313 el emperador romano Constantino I se hizo cristiano al igual que su imperio, expandiéndose rápidamente la nueva religión, para desazón de los judíos. 

Durante los primeros seis siglos de exilio, los maestros y los rabinos establecieron en la Misná y en la Guemará, ambas integrantes del Talmud, las bases de la ley oral y de la interpretación religiosa, Los principales centros de enseñanza judía se transformaron en academias; surgieron en Palestina (especialmente en Galilea) y en Babilonia. En un principio estuvieron bajo la dirección de los partos y luego, desde el año 227, de los sasánidas. 

En el siglo 3 fueron reemplazados por los amoraim (del arameo, los que hablan) y en el siglo 5, por los llamados saboraim (del arameo, reflejar). 

El Talmud babilónico se concluyó a comienzos del siglo 6, cuando se terminó la Guemará, es decir, los comentarios a la Misná. Hubo otro Talmud, aunque menos completo que el anterior, el Talmud palestinense o de Jerusalén; éste se concluyó aproximadamente un siglo antes. 

La protección del Islam 

La irrupción del Islam no provocó gran alteración en las comunidades judías de Babilonia. Los ejércitos árabes conquistaron Mesopotamia en el 637 y la religión islámica se transformó en religión oficial. 

El califa Umar I promulgó el código que lleva su nombre, en el que se decretaban una serie de restricciones nominales en contra de los judíos: les estaba prohibido desempeñar cargos políticos y no podían tener sirvientes que fueran musulmanes; no podían portar armas, construir o reparar sus sinagogas, rezar en voz alta. Incluso estaban obligados a llevar parches amarillos en sus mangas, como marca distintiva. 

A pesar de ello, los califas de Bagdad no se consideraban limitados por el código, por lo que permitieron que los judíos pudieran mantener una cierta autonomía. La importancia histórica de estas restricciones radica en que los cristianos las llevaron a Europa y se las impusieron a los judíos europeos durante siglos. 

La invasión musulmana llevó la paz para los judíos españoles, quienes pasaron a ocupar importantes cargos como hombres de estado, médicos, banqueros, teólogos, poetas, investigadores. 

El periodo de tolerancia islámica estuvo marcado por una importante cooperación entre musulmanes y judíos. Como resultado de esto, se pudo desarrollar una cultura basada en una combinación de enseñanzas griegas, persas e indias que musulmanes y judíos tradujeron y analizaron en la España medieval. En cambio, en Europa, durante largo tiempo habían sido víctimas de persecuciones, sobre todo después de que en el siglo 6 los visigodos se convirtieran al cristianismo. 

La invasión musulmana llevó la paz para los judíos españoles, quienes pasaron a ocupar importantes cargos como hombres de estado, médicos, banqueros, teólogos, poetas, investigadores. 

Los estudiosos judíos contribuyeron al posterior renacimiento en Europa, gracias a las traducciones que realizaron de los clásicos griegos, persas e hindúes en unión con los musulmanes, libros que llegaron por primera vez al resto de la Europa occidental gracias a ellos. Este periodo constituye realmente la edad de oro de la literatura y el pensamiento judíos. 

Con la decadencia del dominio musulmán en la península Ibérica, a mediados del siglo 8 terminó la pacífica era española. Bajo el reinado de la monarquía católica, los judíos fueron degradados, lo mismo que los demás semitas europeos. 

Las persecuciones

Durante la Edad Media, las persecuciones de judíos en los países cristianos fueron bastante frecuentes. Gran parte de estas verdaderas cacerías fueron desencadenadas por el pueblo, exaltado por algunos predicadores religiosos, y con la benevolencia de los dirigentes políticos. 

Durante las Cruzadas, cientos de judíos fueron asesinados, en medio del fervor religioso de la época. En 1215, el Concilio de Letrán, convocado por el Papa Inocencio III, proclamó una política oficial de restricciones y ordenó que todos los judíos usaran insignias distintivas. En algunas ciudades fueron obligados a vivir en áreas especiales, llamadas juderías, y no gozaban de libertad de movimiento. 

Durante los siglos 13 y 14, muchos monarcas europeos llenaron sus arcas después de confiscar las propiedades judías y de echar a sus dueños. 

Em 1290, Eduardo I de Inglaterra redujo a la miseria y expulsó de la isla a los judíos ingleses. El rey Carlos VI de Francia siguió su ejemplo en 1394; terminó, prácticamente, con la presencia de los judíos en Francia hasta los tiempos modernos. 

Durante el período de expansión de la peste negra (siglo 14), las masacres de judíos se hicieron comunes por toda Europa, culpándoles de ser los causantes de la plaga por haber envenenado los pozos de agua de los cristianos. En España, como en los países anteriormente citados, los judíos sufrieron persecuciones periódicas, que en ocasiones dieron lugar a conversiones masivas. 

En muchos casos estas conversiones eran aparentes. Surgió así una clase de conversos llamados marranos, que si bien profesaban la religión cristiana, en secreto seguían fieles al judaísmo. 

La Inquisición española, creada en 1478, persiguió a los conversos. En 1492, todos los judíos que no aceptaran el bautismo de España fueron expulsados. También los expulsaron de Portugal en 1497. 

Los judíos exiliados del oeste europeo se refugiaron en la Europa oriental y central. Cientos de judíos españoles (sefardíes) emigraron a la Turquía europea, país que aún mantenía la política islámica de tolerancia. 
Constantinopla se convirtió en el emplazamiento más grande de las comunidades judías europeas del siglo 16. 

La mayoría de los judíos expulsados de Inglaterra, Francia, Alemania y Suiza, se establecieron en Polonia y en Rusia. En 1648, la comunidad polaca contaba con más de 500 mil judíos. Los judíos polacos llegaron a tener una organización autónoma dentro del reino polaco, transformándose en el centro de la actividad judía. Luego llegarían las persecuciones entre 1648 y 1658, lideradas por los seguidores de Bohdan Khme-lnytsky, jefe de los cosacos de Ucrania. 

Durante estos ataques destruyeron muchísimas comunidades de judíos polacos, y con ellas comenzó la decadencia de las juderías de la Europa oriental. Los judíos, que habían sido ale- jados de sus profesiones, de sus gremios, de su trabajo en los campos y de sus grandes empresas de comercio, fueron forzados a trabajar en comercios insignificantes.

El imperio otomano

Este Imperio duró, aproximadamente, desde 1300 hasta 1922. Durante su mayor extensión territorial abarcó tres continentes, desde Hungría al norte hasta Adén al sur, y desde Argelia al oeste hasta la frontera iraní al este, aunque su centro de poder se encontraba en la región de la actual Turquía. 

Algunos historiadores sostienen que el surgimiento del Estado otomano se debió a la atracción de los gazis, o guerreros de la guerra santa (yihad), quienes se unieron a los otomanos porque estaban dispuestos a desempeñar un papel importante en la lucha contra el Imperio bizantino cristiano del oeste. En 1453 el sultán Mehmet II conquistó Constantinopla (Estambul) y la convirtió en la tercera y última capital otomana. 

Las conquistas continuaron durante el siglo 16. Bajo el reinado del sultán Selim I (el Severo) fueron derrotados los safawíes persas de Irán, región que fue añadida al Imperio. En 1516-1517 los mamelucos de Siria y Egipto corrieron igual suerte y sus territorios acabaron también anexionados. Con las posesiones mamelucas, los otomanos llegaron a los lugares sagrados musulmanes de Arabia y también heredaron el interés mameluco por el mar Rojo y el océano Índico. 

Durante el último siglo de su existencia, el imperio otomano se encontraba ante el dilema de mantenerse unido a través de la coerción o de la conciliación hasta que los frutos de la modernización satisficieran a los ciudadanos no musulmanes para que continuaran formando parte del Imperio. En sus provincias europeas fracasó porque los cristianos no acataban el poder otomano y las potencias europeas no permitían que éste les coaccionara. 

Gradualmente las provincias se hicieron autónomas: Grecia (1829), Serbia (1830) Y los principados de Moldavia y Valaquia (actual Rumania) se unificaron en 1859. Grecia se independizó en 1830. Serbia, Rumania y Montenegro en 1878, así como parte de Bulgaria. 

Hacia 1885 los territorios otomanos en Europa se redujeron a Macedonia, Albania y Tracia, y todos ellos, exceptuando Tracia, dejaron de pertenecer al Imperio como resultado de las Guerras Balcánicas de 1912- 1913. 

También los otomanos perdieron el control del norte de África: Argelia fue tomada por Francia en 1830 y Túnez en 1881. Inglaterra ocupó Egipto en 1882 e Italia se anexionó Libia en 1912. Pero los otomanos conservaron las provincias asiáticas e incluso aumentaron su poder en Arabia. Aunque había algunas muestras de oposición nacionalista en las provincias árabes, se limitaron a una pequeña minoría. En 1914 no había razones para pensar que el poder otomano no perduraría en Asia. 

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Israel y Palestina bajo los otomanos
Israel y Palestina bajo los otomanos

El colapso y la extinción del Imperio otomano fue consecuencia de la I Guerra Mundial. El gobierno turco cometió el error de entrar en la guerra del lado de los Imperios Centrales, y la derrota de Alemania significó el final de los otomanos. Éstos no tuvieron demasiados problemas durante los dos primeros años de la guerra, aunque sufrieron derrotas a manos de Rusia al este de Asia Menor. 

Pero en 1917-1918, cuando comenzaron en Irak y Siria nuevas ofensivas británicas, las fuerzas otomanas comenzaron a declinar y tras la firma del Armisticio de Mudros (octubre de 1918) los otomanos habían perdido todo menos Anatolia. Los otomanos se vieron obligados a firmar el Tratado de Sevres (1920), perdiendo no sólo las provincias árabes sino también sufriendo la división de Anatolia. 

En oposición a los planes aliados, en concreto a la invasión de Izmir por Grecia en mayo de 1919, surgió un movimiento nacionalista bajo el liderazgo de Mustafá Kemal Atatürk, que resistió con las armas hasta que en 1922 los griegos fueron derrotados y expulsados de Anatolia y del este de Tracia. 

El sultán se había comprometido por su aquiescencia con la política de los aliados. El 1 de noviembre de 1922 se abolió la dinastía otomana y el Imperio llegó a su conclusión. Un año después fue sustituido por la República de Turquía.

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Me interesan diferentes artículos de su especio digital. Estos artículos sobre el conflicto israelí-palestino son muy interesantes, por esa razón los estoy siguiendo. Gracias por darme la oportunidad de poder leerlos. Este es un tema muy actual y toca de refilón a parte de mis familiares que tienen origen arabe.

Gracias pro la informacion

Buena tardes; Interesante y provechoso articulo; me gustaría los dos restantes artículos. Muchas gracias Saludos

Bien

Buenos Días quisiera que me envíen todo el texto a mi correo para mí investigación universitaria. Gracias

Hola, mi profesora ama esta web, no la quiten.

Algun detalle que muy pocos tienen en cuenta. Si se mira la cronología de los faraones egipcios que aparecen en el éxodo, el faraón con el cual los hebreos salen de Egipto no puede ser Ramsés, se que en el exodo se menciona Ramsés, pero esto es como si para un hecho ocurrido en la itálica romana decimos Sevilla. Con la cronología y hechos de éxodo cuadra más con Tutankamon. Según esto Moisés podría ser el desaparecido Tutmosis, nombre que significa hijo de la hija del faraón lo mismo que Moises, el faraón con el que Moises es desterrado es akenaton y Moisés regresa a Egipto a la muerte de este, cuando ya Reina Tutankamon faraón del que mueren sus hijos, y posiblemente muere en un accidente de carro, hechos similares a los narrados en el éxodo. Otro punto que pocos tienen en cuenta, en tiempos del éxodo la actual península del Sinaí era parte de Egipto, con lo cual para salir de Egipto no sería irse al Sinaí, sería irse a Arabia y el mar que cruzarían sería el golfo de aqaba, a las tierras de Madian como indica el éxodo, la actual denominación la coloco asi 2000 años después la madre del emperador constantino

Fe de erratas Donde puse, "se que en el éxodo se menciona Ramsés", quise poner "se menciona la ciudad de Ramsés, anterior Avaris, en cuyos restos han aparecido figuras de personas cananeas y una mención a los satsu de Yaweh, (pastores de Yaweh)

Vaya tontería de artículo,ya solo tomando como el hecho histórico el Éxodo, cuando la arqueología ha demostrado que no fue como nos lo quisieron vender pierde seriedad todo el artículo

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