El guionista Aaron Sorkin, responsable de varias buenas series, escribió y dirigió allá por el 2012, una de las más pretenciosas –así de lapidaria fue la crítica-, pero memorables series sobre periodismo. Se llamaba “The Newsroom” (Sala de Prensa, HBO), donde el argumento básico de la historia era la de un noticiero exitoso del cable que no incomodaba a nadie, con un conductor de noticias (Will McAvoy, protagonizado por el actor Jeff Daniels), que emulaba a un animador de matinal, ambiguo y para nada incisivo. Eso hasta que el jefe de división de noticias (Charlie Skinner, interpretado por el gran Sam Waterson), decide cambiar el juego y propone dar las noticias, de verdad. Contratan entonces a una brillante productora periodística (MacKenzie McHale encarnada por la actriz Emily Mortimer), que para el hilo dramático resultaba ser el ex amor de McAvoy, y deciden convertir el noticiero en un estrado, deciden hacer periodismo, no relaciones públicas.
Y la premisa de Sorkin para con la serie, era una: el periodismo debe incomodar, pues sostiene en gran medida los pilares de la sociedad que habitamos, y si no lo hace, la sociedad puede perderse y terminar poniendo en el poder a populistas y gente peligrosa. Viéndola con el paso del tiempo, no estaba tan equivocado. También la serie planteaba líneas como que se debe exigir a las autoridades respuestas y buscar los hechos y mostrarlos al público para que se formen una opinión del mundo, y a la vez, planteaba varios dilemas éticos; el rating, la condescendencia con los cercanos, la honestidad periodística, los principios, etc.
Y fue llamada pretenciosa, porque eso, en la práctica, no es lo que suele ocurrir en el periodismo de “masas”. De hecho, es raro cuando ocurre, y razones hay muchas. Y es que el cuarto poder (como se le conoce) suele convivir en el mismo hábitat que los otros poderes, y en esa relación incestuosa, de cercanía, no solo pierde la objetividad, sino los motivos y la conexión necesaria para interpelar. "Y es que el buen periodismo tiene pocos amigos, pero esos son los que valen porque te seguirán saludando, independientemente de tu último trabajo", le dijo un viejo periodista una vez a este columnista.
Ese periodismo que planteaba Sorkin, es el que la mayoría pide y aspira tener en la TV (o en otro formato de "masas"). Claro... siempre que sea duro con los que considero adversarios, pero amable con los que me gustan ¡Pero cuidado! justo en esa última parte se muere la utopía.
Pidiendo disculpas por la extraña introducción, me pareció necesario hablar de algo que considero importante: El periodismo que queremos (o decimos querer), y un hecho acontecido este domingo 13 de septiembre.
El mismo grupo de periodistas de “Pauta libre” (La Red), que interpeló incisivamente semanas antes a la presidenta de la UDI, la senadora Jacqueline Van Rysselberghe, o al actual ministro de Defensa, Mario Desbordes, y que por ello fueron celebradas casi generalizadamente en las redes por sus intervenciones, esta vez recibieron cuestionamientos. ¿Qué cambió? El entrevistado era de un sector político distinto, y ahí, las loas disminuyeron, la crítica estuvo dividida y hubo reproches. Pero eso era lo que pediste.
Pero el programa fue mucho de lo que se pide en redes, o en cualquier conversación medianamente seria, una demanda sentida y vociferada hasta el cansancio: Periodismo incisivo, no relaciones públicas, y que interpele a los que ostentan cargos públicos, al poder, más allá de cualquier color político. Y eso es lo que ofreció nuevamente esta semana “Pauta Libre”, sin concesiones. Pero mucha de la gente que sincera y legítimamente pide eso, esta vez se molestó, o a lo menos una parte de esa gente -para ser justos-, manifestó malestar por la entrevista que esta vez tenía en el set al actual alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, quien hoy es la carta presidencial más competitiva de la denominada “oposición”.
El tema es un fenómeno interesante de analizar, pues en ello parece alojarse gran parte de nuestros males. Si establecemos como principio que la sociedad que construimos se basa en los marcos que establecemos para decir que está bien o que está mal, ahí, justo ahí, el periodismo cumple una función crítica y vital. Precisamente para fiscalizar el cumplimiento de esos márgenes por parte de quienes los diseñan y establecen para los otros, es decir, nosotros, nosotras. Y para ello se necesita censores que no hagan concesiones ni sean mucho menos condescendientes. Pero cuando ese factor no está o es débil, es altamente probable que, empezando con el diseño de la sociedad que se construye, esta no tenga la forma que conviene a todos y todas, y que quienes ostentan la responsabilidad de diseñar y fiscalizar luego esos márgenes, corran con manga ancha, desconectados y corrompidos por la burbuja de la condescendencia, enquistándose allí la base de la corrupción, la segregación y la desconexión.
Es decir, necesitamos ecuanimidad en quienes obraran como censores, en este caso, de los que cargan el oficio del periodismo, sus productores/as, su equipo, para tener herramientas que permitan que una sociedad sea lo más parecida a la que queremos la mayoría. Por más privado que pueda ser un medio, su función es siempre pública.
Un ejemplo: Si queremos que el candidato o la candidata A, B, C o D, etc. para el cargo “X” sea él o la mejor, se les debe exigir, se les debe probar e interpelar previamente a la ocupación del cargo en cuestión, pues tenemos el derecho a exigir y saber si está calificado o calificada para el cargo. Y una vez en este, corre la misma exigencia para ver si está a la altura y tiene las capacidades requeridas. Eso corre para una candidatura presidencial, para un cargo parlamentario o el cargo que sea y que, por el solo ejercicio de su cargo, nos afecte a todos y todas.
Y la verdad es que de eso hemos tenido poco, la carencia de aquello y la parcialidad han sobrado, con excepciones, es cierto, meritorias si vemos el escenario medial y los intereses que conllevan sus propietarios, y más sabiendo que se ha premiado la condescendencia por sobre la interpelación incisiva y documentada, y en parte aquello ha sido un factor para el quiebre social que padecemos, porque en esas estamos.
Y si me gusta el candidato A, B o C, D o el que sea, es irrelevante, la exigencia para todos y todas debe ser la misma. Claro, siempre cabrá la subjetividad de pensar que quizás hubo una pregunta más incisiva a mi candidato o candidata que al otro que no me gusta, y esa subjetividad es válida, porque es humana. Pero lo cierto es que se necesita hoy más que nunca un periodismo incisivo, no exento de errores ni inmaculado por cierto, iluso sería exigir o esperar algo así. Pero merecemos algo mejor de lo que hasta ahora tenemos.
Y pasó que este domingo, Daniel Jadue fue entrevistado por destacadas periodistas, con larga trayectoria, y que paradójicamente han sido tildadas, no pocas veces, de “rojas”, “comunistas” y motes similares por interpelar al poder y a sectores hoy oficialistas. Pero demostraron -como si eso ya no hubiese estado ya claro- que son periodistas, y que el candidato “rojo” a quien tenían que interpelar, era alguien que debía responder preguntas, entregar definiciones, como corresponde. Y alguien podría decir que todo eso está bien, y así lo hizo, pero ¿Por qué entonces se le preguntó por Cuba o Venezuela? Bueno, si no estuviste fuera del país (o del planeta), la pasada elección presidencial, el ítem (framing) "Chilezuela" -según varios sondeos- tuvo una relevancia importante en la intención de voto. Y es que eso es parte de la pirotecnia política, es cierto, pero esa también decide votos. Y quizás, solo quizás, ese ítem pese mucho menos hoy que hace 3 años atrás, pero que un potencial candidato presidencial diga que él condena las violaciones a los DDHH en los países donde siempre se le sacará a colación, es necesario. Aún sabiendo que a otros candidatos o candidatas no se les interpelará por países de signo político similar donde se violan los DDHH o el nivel de pobreza es altísimo, lo que parece ser poco justo, pero ese es el escenario donde se juega el partido. Y ciertamente la entrevista fue mucho más que eso, y es lo que se espera, lo que se necesita; definiciones, respuestas, claridad. Pero no solo para una elección, sino siempre.
Por eso es celebrable un programa con periodistas que busquen eso que Aaron Sorkin planteó en la ficción, manteniendo las proporciones y diferencias que caben. Más aún en momentos donde la mayoría del país exige un nuevo pacto, una nueva forma, no terminar en lo mismo de siempre, y ese programa si que ya lo vimos, y es malo.
Si te importa tu candidato o candidata y crees que está preparado o preparada para asumir, te alegrará que existan programas con este nivel, que separe a charlatanes de tu opción que es mucho más seria (se supone), y si bien la verdad hoy está cotizando poco en el mercado social, para quienes quieren que eso cambie, celebrarán estos espacios, y todos aquello que traigan un poco de lo que siempre pedimos y esperamos; periodismo e interpelación sin condescendencia, e imparcial.
Comentarios
En términos generales me
¡Genial! Ese tipo de
Fue un agrado ver a Mónica
Bien por el periodismo de
Completamente de Acuerdo.
Buen periodismo y mejores
¡¡Excelente artículo!!. No vi
Difiero completamente. Las
Vi el programa y me parece
yo ví la entrevista de JVR y
Encontré que algunas
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