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En 2014, Pavel Dúrov abandonó Rusia luego de negarse a permitir el acceso a la red social VK, que creó en 2006, por parte de los servicios de seguridad de Vladimir Putin. Para entonces, el régimen ruso había logrado que sus cercanos adquirieran el 88% de la compañía, con lo que podían deshacerse de Dúrov, quien terminó renunciando al liderazgo de VK y vendiendo sus acciones por cientos de millones de dólares. Entonces, dicha red tenía 270 millones de usuarios y gran influencia en toda la esfera ruso-parlante y de la ex Unión Soviética.
Luego, Dúrov se dispuso junto a su hermano Nikolai a fundar Telegram, la que acabaría siendo incluso una más importante red social y de mensajería, de alcance global, dispuesta en varios idiomas, con cerca de 1.000 millones de usuarios, bajo el compromiso del resguardo estricto de sus mensajes y datos, a través de sofisticados modelos de encriptación de la información.
Pese a que la historia hasta acá parece la de un héroe disidente ruso que encanta a Occidente, Dúrov -un sanpeterburgués, licenciado en filología inglesa, políglota, quien pasó su infancia en Turín y luego adquirió la nacionalidad francesa-, no se afincó en Europa ni Estados Unidos, sino en Dubai, en los Emiratos Árabes.
Probablemente, dada esa relevancia -y sumado al hecho de que las fuerzas rusas usan intensamente la aplicación para coordinar sus operaciones- la detención de Pavel Dúrov en el aeropuerto parisino de Le Bourget, el domingo 25 de agosto de 2024, tiene significado en múltiples esferas de la política mundial; desde la seguridad de Rusia -que teme que los servicios occidentales terminen teniendo acceso a todo sus registros de mensajería en Telegram- hasta el futuro de la privacidad de los datos y la libertad de expresión, a nivel mundial.
Para ese entonces, 2014, Edward Snowden había huido ya a Rusia, y Julian Assange llevaba cerca de dos años asilado en la Embajada de Ecuador en Londres, ambos perseguidos por la justicia estadounidense por entregar información que compromete los sistemas de seguridad de Estados Unidos. Los jeques, entonces, le dieron garantías a Dúrov de que con ellos podría cumplir con el compromiso de Telegram de no vender la confidencialidad de los datos y de sus usuarios.
Fue así como Dúrov y Telegram escaparon de las férulas rusas y occidentales, convirtiéndose hoy en la principal vía de mensajería de Rusia y Ucrania, entre otros países similares, además de una fuente de información sin censura, que ha sido clave para superar las restricciones informativas occidentales y rusas en el conflicto ruso-ucraniano. Algo que ha sido un dolor de cabeza para Rusia y Ucrania, pues buena parte de la construcción de opinión pública libre en esos países ha sido posible dado que los canales de la aplicación no ejercen ningún tipo de censura ni sesgo, y protegen a sus usuarios, quienes se sienten seguros de informar y emitir críticas, especialmente en el ámbito militar.
En mi caso, desde que cubro a lo lejos el conflicto, Telegram me ha sido indispensable para obtener de primera mano, y sin filtros algorítmicos, información que las autoridades occidentales, ucranianas y rusas no quieren que se sepa, a través de los más diversos canales.
Dúrov fue detenido por las más altas autoridades judiciales francesas, quienes lo culpan como cómplice gravísimos delitos supuestamente cometidos a través de Telegram, como pedofilia, tráfico de drogas y fraude en el uso de criptodivisas, al negar el acceso a la información que los persecutores buscan para los distintos casos en que se funda la acusación, la cual fue levantada recién en julio de este año.
Probablemente, dada esa relevancia -y sumado al hecho de que las fuerzas rusas usan intensamente la aplicación para coordinar sus operaciones- la detención de Pavel Dúrov en el aeropuerto parisino de Le Bourget, el domingo 25 de agosto de 2024, tiene significado en múltiples esferas de la política mundial; desde la seguridad de Rusia -que teme que los servicios occidentales terminen teniendo acceso a todo sus registros de mensajería en Telegram- hasta el futuro de la privacidad de los datos y la libertad de expresión, a nivel mundial.
Dúrov fue detenido por las más altas autoridades judiciales francesas, quienes lo culpan como cómplice gravísimos delitos supuestamente cometidos a través de Telegram, como pedofilia, tráfico de drogas y fraude en el uso de criptodivisas, al negar el acceso a la información que los persecutores buscan para los distintos casos en que se funda la acusación, la cual fue levantada recién en julio de este año.
Como antecedente, el juez español Santiago Pedraz había ordenado el bloqueo de Telegram, dados ciertos ilícitos, lo que resultó impracticable -dada la afectación masiva de sus usuarios- y tuvo que echar pie atrás.
Hasta el momento, el “Zückerberg ruso” -como le gustaba a la prensa llamar a Dúrov, ya que fundó VK con tan solo 21 años y con propósitos similares a los de los inicios de Facebook-, sigue incomunicado bajo la custodia de las autoridades francesas, las que tienen un plazo perentorio hasta la noche del miércoles 28 de agosto para liberarlo o formularle cargos.
Tal vez no le quede otra que resistir, pues si renuncia a sus principios “libertarios” y entrega Telegram a la persecución de los jueces franceses, toda la apuesta de la plataforma carecerá de sentido y de valor económico. Y si una vez Dúrov pudo irse -como ruso- de San Petersburgo a Dubai, tal vez no le quede otra que hacerlo de nuevo, pero esta vez -como francés- huyendo de París, si es que no se convierte en un nuevo Assange.
En el intertanto, se han producido diversas reacciones que marcan el alineamiento de los actores en torno al caso.
Los rusos, por su parte, han desafiado a Occidente y a sus distintas ONGs de libertad de expresión y derechos humanos, a tener una reacción similar a la de 2014, cuando condenaron a las autoridades rusas por pedir acceso a los datos de VK, a la vez que han ofrecido apoyo legal a Dúrov, en su condición de ciudadano ruso.
Por su parte, el canciller ruso, Sergei Lavrov dijo que la detención misma de Dúrov era prueba de que Telegram mantenía su compromiso de confidencialidad de los datos, mientras que el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvedev, dijo que Dúrov se equivocó de cálculo al irse de Rusia: “Para todos nuestros enemigos comunes ahora, él sigue siendo ruso, impredecible y peligroso”.
Emmanuel Macron, el presidente francés, aseguró que esta no era una detención política, sino judicial, y que Francia cree en la libertad de expresión y de emprendimiento, pero que de todos modos hay que respetar ciertas reglas.
Por el contrario, Elon Musk -el billonario más grande del mundo, y dueño de Twitter- twitteó; “#FreePavel”, “Liberté - Liberté! - Liberté?” y respondió a un tweet en el que se cuestionaba la no detención de Zückerberg por problemas similares a los de Telegram, pero en las redes de Meta: “[no los arrestan] porque ya cayó bajo la presión de la censura. Instagram tiene un problema masivo de explotación infantil, pero no arrestan a Zuck, dado que el censuró la libertad de expresión y dio al gobierno acceso a los datos de sus usuarios por la puerta trasera”.
Cabe mencionar que recientemente la plataforma de Musk abandonó Brasil, luego de que la justicia del país exigiera la entrega de datos personales de quienes tuvieron alguna participación en la red en el intento de golpe de Estado en Brasilia de enero de 2023.
A estas declaraciones, siguieron las de varios enfant terribles de la ciberseguridad, como Kim DotCom, el alemán-finés fundador de Megaupload, quien dijo que Estados Unidos estaba detrás de la detención, pues hace años que le "declaró la guerra a las partes de Internet que no están bajo su control".
Por su parte Snowden dijo en Twitter: "la detención de @Durov es un atentado contra los derechos humanos básicos de expresión y asociación. Me sorprende y me entristece profundamente que Macron haya llegado al punto de tomar rehenes como medio para acceder a comunicaciones privadas. Esto no sólo degrada a Francia, sino al mundo”.
También el canadiense Chris Pavlovski, fundador de Rumble -una plataforma de video alternativa a YouTube (de Google), que promete ser “inmune a la cultura de la cancelación- dijo que había abandonado Europa luego de la detención. “Francia ha amenazado Rumble, y ahora han cruzado una línea roja al arrestar al CEO de Telegram, Pável Dúrov, reportado por no censurar discursos”, dijo, además.
¿Resistirá Dúrov -un millonario millenial de 30 años- la presión francesa, o Telegram seguirá el curso de otras grandes plataformas que se inclinan ante las autoridades estatales, como ha pasado con Facebook, Google o Tik Tok?
Tal vez no le quede otra que resistir, pues si renuncia a sus principios “libertarios” y entrega Telegram a la persecución de los jueces franceses, toda la apuesta de la plataforma carecerá de sentido y de valor económico. Y si una vez Dúrov pudo irse -como ruso- de San Petersburgo a Dubai, tal vez no le quede otra que hacerlo de nuevo, pero esta vez -como francés- huyendo de París, si es que no se convierte en un nuevo Assange.
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Finalmente si le decimos pan
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