El aplastante triunfo del Rechazo por sobre el Apruebo fue noticia no solo en Chile sino en el mundo entero. Con mezcla de sorpresa y decepción, la noticia se convirtió en comentario obligado en círculos políticos, económicos, académicos y de movimientos sociales en los rincones más diversos del planeta.
¿Qué pasó en Chile? ¿Cómo pasamos en tan pocos meses de evitar un gobierno de ultraderecha a ratificar la Constitución de Pinochet? Las interrogantes, como era de esperar, se dirigieron también hacia el rol de las campañas, los medios y las redes sociales. ¿Qué papel jugaron diarios y canales de televisión en el plebiscito? ¿Cuánto pesaron las noticias falsas en el resultado final?
Con el transcurso de las horas, la avalancha de interpretaciones, autocríticas y análisis han dado algunas luces de lo ocurrido. “Los cuatro días clave que llevaron al Rechazo al tope de las encuestas y los cinco meses de campaña para mantener esa ventaja”, tituló Ciper en uno de los reportajes más interesantes publicados hasta el momento. En él se detalló cómo en pocos días –entre fines de marzo y comienzos de abril– el Rechazo pasó a la delantera en las encuestas. El momento clave coincidió con una ofensiva mediática que tuvo como ícono la famosa portada de LUN en la que el convencional Bernardo Fontaine aseguraba sin fundamentos: “Los trabajadores ya no serán dueños de sus ahorros previsionales”.
El mismo día de publicado el reportaje de Ciper, el periodista y académico Nicolás Sepúlveda llamó a una autocrítica por parte del gremio. “El plebiscito estuvo lleno de fakes y no fuimos capaces de contrarrestar”, señaló, apuntando a la necesidad de que los medios aspiren a la masividad y salgan de la comodidad de sus nichos. “Esto en paralelo al debate sobre la propiedad de los medios. Los dueños de los medios sí tienen agenda y en Chile esa agenda está MUY desequilibrada”, concluyó.
Aunque con matices, su reflexión tocó algunos de los puntos expuestos por el español Pablo Iglesias, quien en un artículo publicado por CTXT argumentó que “la clave del cambio en la voluntad de la mayoría chilena es atribuible a la acción sostenida en el tiempo de los principales actores ideológicos: los poderes mediáticos”. Más allá de las noticias falsas, explicó el otrora líder de Podemos, su teoría ponía en relieve “la capacidad del sistema mediático chileno para activar los valores conservadores que, efectivamente, viven en buena parte de la sociedad”.
¿Es el sistema de medios chileno “diverso e independiente” como aseguran en Avenida Santa María? Tampoco. De hecho, sus altos niveles de concentración y vínculos con la derecha política y económica son desde hace décadas caso de estudio a nivel mundial.
El texto de Iglesias no tardó en ser recogido por El Mercurio, que en su editorial del 7 de septiembre fustigó su noción de “poderes mediáticos”. “Esta crítica hacia los medios de comunicación profesionales parece trasnochada en una sociedad altamente conectada”, señaló el diario de los Edwards, aludiendo al rol que jugarían las redes sociales para balancear la influencia de los grandes medios. A renglón seguido, El Mercurio enfatizó el rol que un sistema de medios “diverso e independiente” juega en toda sociedad democrática.
¿Puede el inapelable triunfo del Rechazo ser explicado únicamente por el papel desempeñado de los medios de comunicación? No. Si bien su rol fue importante (ver columna de la semana pasada, previa al plebiscito), la explicación obedece a una serie de factores que escapan a este análisis.
¿Es el sistema de medios chileno “diverso e independiente” como aseguran en Avenida Santa María? Tampoco. De hecho, sus altos niveles de concentración y vínculos con la derecha política y económica son desde hace décadas caso de estudio a nivel mundial.
Si algo es “trasnochado” –como dice el editorial mercurial– es la noción de que los medios de comunicación no tienen agenda, son neutrales y solo buscan satisfacer el derecho a la información que de manera tácita les confió la sociedad.
¿Tiene razón Iglesias cuando habla de “poderes mediáticos” y que “nada hay tan ideológico como un debate constitucional”? Totalmente. Si algo es “trasnochado” –como dice el editorial mercurial– es la noción de que los medios de comunicación no tienen agenda, son neutrales y solo buscan satisfacer el derecho a la información que de manera tácita les confió la sociedad.
Hace un par de meses citábamos en esta tribuna al británico Des Freedman, quien señalaba que la belleza del poder mediático radicaba justamente en la habilidad de los medios de élite para desmentir su existencia. Álvaro Saieh le daba la razón al académico inglés en una entrevista de 2020 cuando afirmó que como dueño de medios “eres objeto de una crítica permanente; te atribuyen intenciones, influencia. Es complejo”.
¿Se ha democratizado la esfera pública gracias a las redes sociales, como intenta hacernos creer El Mercurio? La respuesta parece tenerla el académico Silvio Waisbord, quien explica que internet no es precisamente un espacio nivelado de comunicación horizontal entre iguales. El pluralismo, agrega, es más que acciones “aisladas e individuales”; el pluralismo mediático es todavía un problema en el continente y lo digital solo ha contribuido a incorporar más preguntas y problemas. Para confirmar el punto basta con retornar al ya aludido reportaje de Ciper que detalla cómo se invirtieron –fuera del plazo legal– más de 116,7 millones de pesos en publicidad en Facebook e Instagram con narrativas favorables al Rechazo (la nueva constitución amenazaría los fondos de pensiones, la vivienda propia, la educación particular subvencionada y las atenciones de salud). En otras palabras, más que ejercer un contrapeso a la prensa tradicional, los chilenos se habrían expuesto en redes a un bombardeo de mensajes pagados que confirmaban algunas de las falsas acusaciones ya leídas en algunos medios “profesionales”.
Con el plebiscito de salida ya en el retrovisor, una nueva serie de disputas ven la luz. El flamante cambio de gabinete de Gabriel Boric fue la primera de ellas y los tres diarios más influyentes de los Edwards ya mostraron su arsenal. Lo hizo El Mercurio con un puñado de titulares cargados a la mala fe, lo hizo La Segunda con sendas portadas que jamás vimos durante los días de Piñera y lo hizo LUN con otra portada que dista mucho de lo que leíamos cuando el multimillonario ocupaba La Moneda.
Es la aversión a los cambios lo que parece resumir una estrategia que gotea en cada titular, editorial y tribuna. Una estrategia altamente ideologizada que busca pasar inadvertida, se siente ofendida si la sacan al pizarrón y se enrolla cual chanchito de tierra si se siente observada: “Apenas somos medios de comunicación”.
Comentarios
Los "miedos" de comunicación
Ahora, si me disculpan, estoy
...me siento como en el
Se gasta plata eso sí...voy
Seguramente también, en un
Acabo de leer una declaración
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