Juan Guaidó

Pese a que hay varios elementos que permiten hacer un paralelo entre lo que vivió Venezuela en 2019 y lo que pasa ahora en 2024, habiendo en común sendas crisis de legitimidad, pienso que en esta ocasión Nicolás Maduro tiene más cartas de triunfo que antes. Partiendo porque Edmundo González no es Juan Guaidó.

La primera semana de 2023 marcó el deshielo entre los Estados Unidos de Joe Biden y la Venezuela de Nicolás Maduro.

INTERFERENCIA conversó con cinco ciudadanos de a pie de Venezuela, quienes consideran "inhumanas" las expulsiones. También rechazaron los dichos del canciller Andrés Allamand respecto de que Chile no vacunaría "ilegales", algo que fue desautorizado por el mismo gobierno.

En la tradición andina, sobre todo la de Ecuador, el Pachakutik es un evento que remece la historia. Este año hubo comicios presidenciales que sacaron a incumbentes y protestas sociales que hicieron tambalear e incluso caer a gobiernos. Pero como incluyó derrotas y victorias de lado y lado, las consecuencias no están claras. El Pachakutik -de acuerdo a algunas culturas indígenas- puede ser tanto fértil como catastrófico.

Luego de que el líder de la oposición diera por finalizadas las negociaciones con el gobierno de Nicolás Maduro bajo mediación de Noruega, el chavismo lanzó una ofensiva de cara a las parlamentarias del próximo año: se sentó a negociar el regreso de su bancada a la Asamblea Nacional con una minoría dentro de la oposición, facilitó la liberación del vicepresidente del Congreso, prepara cambios en el Consejo Nacional Electoral y difundió imágenes de Guaidó junto a narcotraficantes colombianos.

Pese al frustrado golpe de Estado de Juan Guaidó y Leopoldo López, persisten incertidumbres en torno a la lealtad de las fuerzas armadas con Nicolás Maduro. Mientras que medios internacionales aseguran que existieron avanzadas negociaciones con altos oficiales y civiles del chavismo para propiciar un cambio de régimen, en Caracas el oficialismo asegura que la contrainteligencia cubano-venezolana engaño a Estados Unidos y a los golpistas.

Al auto proclamarse ‘presidente encargado’ en enero pasado, el opositor sabía que su carrera política en esa posición tenía una fecha de vencimiento. Ayer, el enemigo favorito de Maduro en Washington y en gran parte de Occidente trató de disparar una de sus últimas balas. Pero erró el blanco.

Más afianzado fuera de su país que dentro de Venezuela -las instituciones han ignorado su supuesta función presidencial, en especial las fuerzas armadas- el rápido ascenso del diputado de 35 años se debe a una serie de hechos fortuitos, pero también al liderazgo político de Leopoldo López, mentor político de Guaidó, y sus redes en Washington. Con todo, es la amenaza más seria que ha enfrentado el chavismo desde el intento de golpe de Estado en 2002.

Expectación generó el arribo del líder de la oposición a Venezuela, dada la posibilidad de ser detenido por desacatar la orden del Tribunal Supremo de Justicia de no abandonar el país. Al final llegó tranquilamente en medio de un multitudinario apoyo de su sector, el que está frustrado después del fracaso de Cúcuta, y de la indiferencia del gobierno, que se declaró en carnaval.

El líder de la oposición venezolana salió de su país y cruzó hasta Colombia para empujar la ayuda humanitaria, la que finalmente no penetró Venezuela. Con eso, rompió la prohibición de salir del país decretada por el Tribunal Supremo de Justicia, por lo que debería ser detenido al volver. Un regreso que anunció que hará durante esta semana y que marcará un nuevo punto de tensión con el oficialismo.

Sebastián Piñera trató de exhibir sus credenciales democráticas al asistir al intento de Juan Guaidó de forzar un quiebre en el régimen chavista en la frontera entre Colombia y Venezuela. Pero el resultado fue que el mandatario importó a Chile una polarización no vista en décadas en nuestro país.

La ayuda humanitaria no cruzó Venezuela ni la presión en las fronteras llevó a la insubordinación de las fuerzas armadas ni a la protesta popular. En su lugar, quedó el rastro de una intervención más mediática que efectiva, que debilita a un Juan Guaidó que no puede volver a Venezuela y a quien se le acabó su plazo constitucional de un mes para sostener su autonominación como presidente encargado.

Este 23 de febrero fue signado por Juan Guaidó como la fecha en que la ayuda humanitaria debía entrar a Venezuela, "sí o sí". Si entra, querrá decir que cuenta con apoyo de las fuerzas armadas venezolanas y puede precipitarse el derrocamiento de Nicolás Maduro. Si no entra, Guaidó pasará a ser una figura simbólica y moral, mas no un presidente, pues quedará en evidencia que no tiene poder real y no puede llamar a elecciones, lo que supone su mandato constitucional.

Mientras que la oposición prepara una escena televisiva para poner en relieve la ayuda humanitaria estadounidense, el gobierno de Nicolás Maduro destaca los avances en la distribución de las llamadas cajas CLAP, las que han sido importantes en paliar la crisis. Además, se anunció ayuda humanitaria, pero desde Rusia.

La posibilidad de una intervención armada estadounidense refuerza las ideas de lealtad, unión y disciplina al interior del oficialismo, lo que hace improbable un quiebre en el corto plazo dentro de las tropas venezolanas.

Este martes una multitudinaria marcha de opositores copó varias cuadras de Caracas. Sin embargo, el número de asistentes se está reduciendo de a poco y difícilmente estas manifestaciones producirán un derrocamiento. Por eso, Juan Guaidó elevó la apuesta: “La ayuda humanitaria va a entrar sí o sí el 23 de febrero”. Pero ello supone la desobediencia de las fuerzas armadas de Venezuela.

Abraham Lowenthal -un conocedor de América Latina y sus entrecejos- no es optimista respecto de la posibilidad de acordar una salida de la crisis entre el chavismo y la oposición que derive en elecciones libres y sin plazos preconcebidos. Según el experto, ni unos ni otros han demostrado capacidad política para lo que considera es la mejor salida para Venezuela. “Ninguno ha buscado una negociación seria”, dice.

Tras ensayar con golpes de Estado (2002), participación electoral y sacar a sus partidarios a la calle, los opositores del chavismo parecieron haber encontrado una nueva fórmula. Pero es probable que Juan Guaidó no sea más que un fusible .