Una voz en la ciudad

“Al principio los juegos no se daban vuelta. Llegaban a la pantalla 255 y se "colgaban". Recuerdo vivamente ver a alguien que colgó el Pac-Man en un oscuro local de Osorno y a alguien colgar el "Galaga" en el Delta 8 de Pedro de Valdivia. Luego llegó otra generación de juegos arcades como a mediados de los ochentas en que no ocurría el colgado porque el juego estaba diseñado para volver al inicio luego de terminar la historia. Eso me pasó con el Vulgus, juego del que hasta hoy recuerdo que mi récord eran 3.200.000 puntos”.

En los años setentas era común encontrarlas en muchas casas, sobre todo en las piezas de herramientas o los garages. Pero de a poco se fueron haciendo más inusuales. Hoy casi no se encuentran en ningún lado, por eso da gusto verlas de vez en cuando, en alguna casa de campo, o en algún otro lugar perdido de la mano de Dios.

"Se podría pensar que ese tipo de escritura de cartas que se enviaban por correo-caracol (o sea el de papel y llevados y traídos por los carteros) finalmente desapareció; pero yo mismo me he visto en los últimos dos o tres o cuatro lustros haciendo usos que tienen los mismos objetivos que los adornos y filigranas de la tía María de Curahue en e-mails, en Facebook, en Instagram y sobre todo en WhatsApp".

Tuve una epifanía: “el mismo día que se invente y aplique la teletransportación estaremos en una reunión a las tres con siete minutos y treinta segundos y nos estresaremos porque la próxima reunión la tendremos a las tres con ocho minutos en punto”.

El Oxford English Dictionary sindica que el uso de “soda” para referirse al sodio que llevaban los primeros líquidos gasificados a la venta data de fines del siglo XVIII en particular aquellos que se vendían en las “soda fountains” que en Chile darían ese nombre, pero castellanizado a las fuentes de soda.

Las dos montañas, Santa Victoria y Fuji, eran montañas en exceso Instagram Friendly y ambos artistas dieron con que resultaban un maravilloso motivo para hacer cuadros, en especial por la forma cuasi de cono truncado de ambas. Pienso que en Chile hay muchos montículos, en especial de carácter volcánico —los volcanes Villarrica u Osorno— que fácilmente podrían cumplir la misma función de figura y fondo del francés y el japonés. Y en Santiago también hay uno: el Manquehue.

"Y esto es lo interesante: “Soy Luna”, la serie “tween” de Disney Channel, la hizo. No solo resucitó al “rock latino” (gancho para padres de chicas “tween” que añoran a Soda Stereo y, por ende, hará más felices las idas al Movistar Arena a ver los shows), sino que también resucitó a este modelo de patines que estaba olvidado, para el consumo masivo".

"Tomó mi Android, le sacó el botón de encendido, lo miró a la luz, se giró hacia su derecha a un lugar donde había más piezas de teléfonos, rebuscó un poco, sacó del atado de cosas otro Android, le sacó a su vez el botón de encendido, limpió con un cepillo la entrada del botón de encendido del mío, le puso el botón de repuesto, me pasó mi teléfono —no se demoró en esto más de cuatro minutos— y me dijo: 'le puse un botón de un celular más nuevo, pero va a quedar bien'".

Los Deadheads, que la seguían en combis por toda Norteamérica también tiene en los primeros lugares a New York, Denver, Chicago, Philadelphia y Brooklyn. O, en el caso de Inglaterra, Madness, que son como los Chancho en Piedra británicos, con más de tres millones y medio de oyentes y que la rompe en Londres, Birmingham, Soutwark, Manchester y Dublin; Santiago y Chile brillan por su ausencia.

"Así que la respuesta a por qué la preparación napolitana en Chile (y en Argentina) no es con anchoas sino que con jamón es que ahí “napolitano” no significa la ciudad italiana de Nápoles, sino que el restaurante Nápoles en Buenos Aires".

“Viña ya no tiene tanta plata y no se puede cobrar más cara la entrada, y ya no es lo mismo la eterna lucha entre la platea y la galería. La farándula se ha convertido en algo que sucede todo el año, y ya ni existen la revista Cosas, ni la Caras, ni la Paula que cubrían a sus artistas como parte del glamour que una vez nos quizo hacer creer que existía en Chile la recordada Regine (cuyo local se incendió y sigue siendo yeta hasta hoy en El Golf)”

"Los lomitos alemanes son ya patrimonio de la cocina chilena, tal como la carne mongoliana o los niñitos envueltos o los completos: todos productos de la cocina de otros países que han entrado desde hace décadas a la dieta nacional".

"Me vi en muchas ocasiones tan colgado por cómo terminaría el film que enojado llegaba a mi casa y torrenteaba la película solo para ver cómo se acababa. Recuerdo en especial una de ellas, The Internship, donde Vince Vaughn y Owen Wilson entran de aprendices a Google. Tuve que bajarla para ver cómo concluía".

“Esta tiene, además, otra “gracia”; que es una música que no interrumpe las conversaciones. Si un par de personas se juntan a echar la talla en un restorán la Bossa Nova royalty-free no molesta, es una “furniture music” como la que inventó creo que para estos mismos fines Erik Satie en el París de los cabarets y los impresionistas de fines del siglo XIX”.

“Recordé, entonces, esa novela de Thomas Pynchon, “La Subasta del Lote 49”, donde Edipa Mass descubre una antiquísima conspiración que se coordina mediante un servicio de correos secreto en los Estados Unidos, de la que solo hay como rastro o cabo suelto semi-invisible un logo de una trompeta con sordina”.

“Como muchos y muchas habrán notado, en los últimos años han proliferado en Facebook y en Instagram grupos que suben fotos del pasado de distintas comunas de Chile, como “Así era Providencia”, “Así era Las Condes”, “Viña del Mar del Recuerdo” y otras por el estilo. La gente se hace chupete esas páginas que tienen miles de likes, centenares de comentarios y a las que llega gente a preguntar si alguien se acuerda del local en que vendían pequenes en el barrio Mapocho”.

“Desesperado por esta ausencia de la marraqueta de la infancia, en medio además de tanta panadería de masa madre y recetas europeas que no le hacen el peso al pan batido o francés (que creemos que es francés cuando en realidad es belga, como Hércules Poirot, Marguerite Yourcenar, las Papas Fritas (french fries) y Agnès Varda) me puse a dar vuelta Internet en persecución de la verdadera marraqueta santiaguina”.

“Le leí el texto a mi amigo Gonzalo G. y me dijo, “aquí hay un error; Santiago ES Portland”. Y me acordé de esa serie hipster que se llamaba Portlandia, y también del ‘Hipster Index’ que es un parámetro para medir lo gentrificada que puede estar una ciudad y que tiene como unidades métricas el número de restaurantes veganos, cafeterías, estudios de tatuajes, boutiques vintage y tiendas de discos por cada 100.000 habitantes. Y cuando reparé en eso, me di cuenta de que no, Santiago no es Portland: Portland es Curacaví”.

“Me pasa que no sería raro que la transformación demográfica de los perros -y gatos- que viven en departamentos traiga consigo no solo a Razas Pet o Super Zoo, sino que hasta series de TV de Netflix dedicadas a ellos (y quizá así regresan Rin-Tin-Tin, Lassie, Benji y el Comisario Rex), así como listas de música en Spotify”.

“La gran mayoría de los parroquianos que había aquella noche eran gringos de intercambio y una decena de chilenos. Más tarde aprendí que los creadores de este pub estilo norteamericano habían sido un par de surfistas de San Diego que habían venido a buscar olas a Chile y se dieron cuenta de que se daba todo en Santiago [nombre que es otra forma de decir “San Diego”] para instalarse con el local de sus sueños”.