Revisión del VAR

El fútbol requiere una inversión en infraestructura, formación y desarrollo a largo plazo, que no es el escenario favorito de nuestra actual clase empresarial; principalmente formado por grupos económicos enfocados en el lucro inmediato y la especulación en general, en la que los creadores de verdadera riqueza suelen ser los pequeños y medianos.

Podría decirse que el principal atractivo de estas mediciones es la relevancia que tienen en la elección de los patrocinadores y el tratamiento de los medios de comunicación: los equipos que se encuentran en posiciones privilegiadas tienden a atraer más atención mediática y auspicios, lo que puede traducirse en mayores ingresos y oportunidades de exposición.

El jogo bonito brasileño, el catenaccio italiano, el fútbol total holandés, el tiquitaca español, el juego directo de los alemanes; son filosofías sobre cómo entender el balompié que, además, expresan la idiosincrasia de los habitantes de una nación. En algunos casos, la mera disposición mental a enfrentar el juego, identifica a ciertos cuadros, como es el caso de la “garra charrúa” o la “casta guaraní”. Sin embargo, existen también equipos veleta que no han logrado consolidar su personalidad y se conforman con alinear once jugadores que busquen el triunfo o evitar la derrota. Lamentablemente, ese es el caso de la Roja.

El balompié es juego, pasión e irracionalidad por definición. Comienza ahí donde la sensatez termina, y por lo mismo, si una disputa colorida y emblemática como aquella sobre quien sea el “cuarto grande”, no deja muertos ni heridos, bienvenida sea, sobre todo en la medida que contribuya a mejorar la autoestima de los postulantes, difundir estadísticas, información y apreciaciones balompédicas y, de tal modo, a engrosar nuestro, un tanto escuálido, acervo cultural futbolero.

En los Juegos Olímpicos el rugby no consigue figurar al ser fiel a sus principios. Y el fútbol transita por un paraje gris a medio camino entre la plena vigencia y la total exclusión: ni tanto, ni tan poco.